Una ciudad sin autos

Una ciudad sin autos
Se fueron los autos y, junto con ellos, los serios problemas de contaminación de la Ciudad de México. Si se encuentra como yo en la capital del país, hoy la puede disfrutar. Claro, no hay autos porque la gente se marchó con todo y su vehículo.

24 de Marzo de 2016

Si sobran coches en la ciudad es porque es la forma menos mala de moverse. Dados los incentivos que ha generado una política pública que subsidia el uso del auto, si se tiene dinero, lo razonable es comprarse uno. El menor costo del crédito y un mejor ingreso promedio han hecho que más capitalinos se puedan dar el gusto, ya que no es un lujo, de evitar el transporte público.

Moverse en transporte público es una pesadilla. El Metro en horas pico está congestionado y se quedó rezagado frente al crecimiento de la ciudad, por lo que no llega a muchos lugares de alta demanda de transporte. Faltan líneas de Metrobús y algunas de éstas ya están saturadas. Los microbuses, el medio de transporte más usado por los capitalinos, son una máquina de tortura. No usan un carril privilegiado, por lo que se atoran igual que los autos, son incómodos y peligrosos, hay que hacer múltiples transbordos por la falta de una planeación de las rutas y en horas pico están a reventar.

Un buen indicador de qué tanto le importan a un gobierno sus ciudadanos más pobres es la calidad del transporte público. Es increíble que la izquierda haya hecho tan poco al respecto en una ciudad que gobiernan ininterrumpidamente desde 1997. Sólo Marcelo Ebrard se embarcó en una línea de Metro y ya vimos cómo le fue. El dinero público que no se lo chupa la burocracia o la corrupción, el gobierno lo usa para alimentar las redes clientelares que le permiten seguir ganando elecciones. Esto es más rentable políticamente que gastar en transporte público. Si éste fuera de calidad no generaría las ataduras políticas que se logran repartiendo dinero.

Además, se subsidia el uso del auto. Marcelo Ebrard eliminó la tenencia para los autos de menor valor. En el Estado de México hicieron lo mismo un poco antes, cuando era gobernador Peña Nieto. En Morelos ni los autos caros pagan tenencia, por lo que muchos de los que circulan en la Ciudad de México se registran ahí.

La gasolina estuvo subsidiada respecto de lo que cuesta en el mercado internacional por años, con lo cual se subsidió el uso del auto. Ahora, finalmente, paga impuestos la gasolina. Pero salvo en Estados Unidos, donde la pasión por el auto es una religión, los impuestos a la gasolina en México son bajos frente a lo que se paga en el resto de los países de la OCDE.

El subsidio mayor es que no se le cobran al dueño de un auto los daños que generan a terceros. La crisis ambiental de la semana pasada es una muestra de un daño a la salud de los capitalinos que no es pagada por quienes generaron la mayor parte del problema, los autos.

Las reglas vigentes premian a los autos más viejos y contaminantes. Los autos viejos que ahora pueden circular todos los días, si pasan las pruebas de emisiones, contaminan mucho más que los nuevos.

La solución es obvia, pero políticamente costosa. Poner límites muy rigurosos a las emisiones y que sean idénticos para todos los autos, viejos o nuevos. El sentido de la multicitada sentencia de la Suprema Corte de Justicia es precisamente que lo constitucional es medir con la misma vara a todos los autos. Hoy no se hace.

Para que esto funcione se requieren verificentros que no sean corruptos. También hay que cambiar la absurda regla de que los autos clásicos no pasan verificación y circulan todos los días. Si son clásicos, sólo deben poder circular los domingos y días festivos. Urge también auditar a quien hace mal uso de un permiso de minusválido, otra forma de poder circular todos los días.

Ahora bien, suponiendo que se lograra una norma ambiental rigurosa y bien vigilada, no sería suficiente. Incluso, un auto que contamina poco, contamina. Y no se le cobra ese daño que nos genera a todos. Un impuesto a la contaminación sería la solución. Hoy el auto paga un impuesto en función de su valor. Tendría que pagar en función de lo que contamina y en función del tiempo que usa las vialidades.

Hoy, salvo las vialidades rápidas de paga, al dueño de un auto no le cuesta usar la calle. Algo que no cuesta, siempre se usa de más y, por tanto, se congestiona. Un sistema de cobro por el uso de la calle basado en qué tan congestionada está la calle cuando se usa el vehículo sería la forma de sacar autos de la vía.

Es complicado implementar esto. Requiere un chip en cada auto, algo que no se ha logrado hacer en nuestro país. Suena también muy duro contra los automovilistas que menos dinero tienen. Sin embargo, podría ser lo mejor que les puede pasar a los capitalinos más pobres. Siempre y cuando se haga obligatorio invertir todos los recursos que se obtienen de los dueños de los autos en lograr un transporte público digno y cómodo. Si éste existiera, muchos que tienen dinero para pagar un auto lo dejarían estacionado en su casa.

elizondoms@yahoo.com.mx

Twitter: @carloselizondom