Víctimas de sus propias quejas A.Lajous

Hay una contradicción que me gusta notar entre automovilistas. Por un lado se quejan profusamente del tráfico, las malas condiciones viales, la existencia de peseros y de la falta de estacionamientos, y por el otro lado insisten en que deben de tener requisitos y costos mínimos por usar su coche. Quieren gasolina barata (odian la reducción del subsidio a través del “gasolinazo”), no quieren pagar tenencia, ni por estacionarse, y aunque quieren transporte público, no quieren que les quiten un carril para Metrobús o bicicletas. ¿Por qué creen que a la ciudad le sale gratis construir el espacio para los coches? Será como se dice en inglés: quieren tener el pastel y a la vez comérselo.

La eliminación de la tenencia en el DF que anunció Marcelo Ebrard es muestra de ello. Con un orgullo injustificado el jefe de Gobierno anunció que a 80% de los automóviles en la ciudad no se les cobrará tenencia, que sólo la pagarán los “autos de lujo”, y que no habrá un impuesto que la sustituya.

La injusta campaña para privilegiar fiscalmente a los automovilistas es primero que nada responsabilidad de Felipe Calderón— quien lo hizo una promesa de campaña— y después del oportunismo variopinto de los gobiernos estatales (en muchos de ellos simplemente le cambiaron el nombre). Sin embargo en el caso del DF, el orgullo de Ebrard en realidad muestra la derrota que él mismo reconoce de sus mejores intentos para cambiar las prioridades presupuestales de la ciudad y la forma de transporte de sus habitantes. La eliminación de la tenencia, sobre todo, puede tener un impacto en la posibilidad de adquirir un automóvil para las personas de menores ingresos. El incremento del uso del automóvil sólo es un acto de justicia social si Ebrard reconoce que no ha podido generalizar un servicio de transporte público en la ciudad que no provoque que millones de personas quieran escapar de él, aunque sea para vivir los congestionamientos en el encierro de sus coches. ¿Qué no se podrían gastar los ingresos de la tenencia en mejorar el transporte público o el espacio para bicicletas?

La situación en el Estado de México probablemente es igual o peor. El gobernador Eruviel Ávila el día de ayer envió al congreso del estado la iniciativa para eliminar el cobro de la tenencia a todos los automotores. En la finanzas del estado esto implicará una reducción de ingresos de alrededor de 3 mil millones de pesos. Considerando que el Edomex está entre los estados en los que los usuarios pagan el mayor costo en dinero y tiempo por usar el transporte público queda claro a quiénes quieren beneficiar sus gobiernos. En este sentido una sola cosa deja mejor parado al mexiquense, que al del DF: no hay evidencia de que en el Edomex hayan tenido algún gobierno que haya hecho esfuerzos serios por mejorar el transporte público.

El gobierno del Edomex ha hecho un esfuerzo financiero notable por privilegiar a los automovilistas con la construcción desmesurada de infraestructura vial que no está pensada para la mayoría de las personas que no tiene automóvil.

En años recientes dos proyectos de movilidad en el estado se presentan como evidencia de la poca importancia y de plano abandono administrativo que las autoridades han hecho del transporte público: el Mexibús y el Tren Suburbano. En el primer caso una buena idea ha estado mal implementada por el gobierno y los concesionarios (al grado de casi quebrar al sistema en menos de dos años), y en el segundo caso, también una buena idea, se ha mantenido desconectada del resto de la red de transporte de la entidad, mientras la pusieron a competir con un segundo piso en el periférico que corre en paralelo.

Bien valdría la pena que aquellos automovilistas que odian la tenencia, cuando estén atorados en el tráfico, vean a una persona por coche y se den cuenta que ellos mismos son el tráfico. Que la principal razón por la que están ahí atorados es porque una y otra vez los intentan privilegiar en vez de darle prioridad al transporte público y a la infraestructura para bicicletas.

Es decir, no hay duda que son víctimas: pero de sus propias quejas

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