Origen: When Will a Meat Tax Address Climate Change? – The Atlantic
De igual manera que el uso del automovil tiene externalidades negativas con elevados costos sociales, asi el consumo de carne genera externalidades negativas cuyos costos deben tambien absorber quienes la consumen, la sociedad no puede ni debe subsidiarlos.
Pagar más por alimentos (o uso del auto) dañinos al medioambiente puede ser inevitable.
Hay un «restaurante con el tema de hospitales» en Las Vegas llamado Heart Attack Grill. Al interior, los clientes están invitados a tentar a la muerte con comida. Las meseras se visten como provocativas enfermeras y entregan «recetas», que son enormes hamburguesas. Dependiendo de la cantidad de carne de hamburguesa entre los panes, se les conoce como hamburguesas de ‘bypass’, sencillo, doble y triple. El sistema llega hasta el bypass octuple.
Pastado ese punto, seria ridiculo.
Aunque varios expertos en salud apoyan el consumo de carne en diversas cantidades, casi ninguno aprueba que se coma de la manera en que lo hacen los estadounidenses hoy día. El ciudadano estadounidense promedio consumió más de 90 kgs de carne este año, más del doble del promedio mundial y casi el doble que los propios estadounidenses en 1961. El varon americano promedio está comiendo más que su peso de carne cada año, aún cuando el peso promedio ha aumentado a 89kgs, frente a los 75kgs en 1960.
Sentado en un cubiculo en el Heart Attack Grill, Thomas Jefferson horrorizado nos recordaria que en EUA, los consumidores informados tienen el derecho divino de hacer con sus cuerpos lo que les plazca. Ver a la gente atiborrarse de torres de carne de res podría complacerlo. Pero mientras que el daño autoinflingido puede ser un derecho de las personas, se cruza la línea cuando pisamos la capacidad de los demás para hacer lo mismo. En opinión de Jefferson, a veces es necesario «establecer impuestos con el propósito de proveer al bienestar general».
Este enfoque a los tributos en ninguna parte se aplica de manera más razonablemente que en productos intensivos en gases de efecto invernadero, también conocido como ‘impuesto a la carne’, dado que la agricultura animal es notoriamente costosa ambientalmente. Un impuesto a la carne aún no esta entre los temas políticos más urgentes del momento, pero esta semana, un informe preliminar de la firma de capital privado Coller Capital advertia a los inversionistas que un impuesto a la carne está volviendose «cada vez más probable».
La firma dirige una iniciativa conocida como Farm Animal Investment Risk and Return (Riesgo y Retorno de la Inversión en Granjas de Animales, que analiza el impacto de la agricultura sobre el medio ambiente y cómo dará forma a los mercados. Los analistas citan la popularidad mundial de los «impuestos conductuales» para impulsar a la gente a lograr fines sociales y reducir los impuestos generales -reduciendo costos sociales de cosas tales como el azúcar, el tabaco y las emisiones de carbono- y argumentan que la carne «está en el mismo camino». impulsada por «un consenso global sobre las contribuciones negativas de la carne al cambio climático y las epidemias globales de salud como la obesidad, el cáncer y la resistencia a antibióticos».
Se ha estimado que la ganadería representa alrededor del 15 por ciento de los gases de efecto invernadero relacionados con los humanos, y la agricultura animal es intensiva en consumo de agua y espacialmente ineficiente. En las próximas tres décadas, se prevé que el consumo de carne aumente en 75 por ciento.
El estudio esta parcialmente basado en investigaciones de la Universidad de Oxford, donde el investigador de políticas alimentarias Marco Springmann y sus colegas calcularon que eliminando la proteína animal del sistema alimentario mundial ahorraría $1.6 billones de dólares en costos ambientales para 2050. Springmann señaló en un comunicado de prensa que gravar la carne «mandaría una fuerte señal de que es urgentemente necesario el cambio dietético hacia dietas basadas en plantas más saludable y sostenible para preservar nuestra salud y el medio ambiente».
Un pronostico similar vino en 2015 de Chatham House, un instituto de políticas con sede en Londres. «Cambiar dietas requerirá estrategias integrales», escribieron los autores, «enviando una poderosa señal a los consumidores de que reducir el consumo de carne es beneficioso y que el gobierno toma el problema en serio». El director de energía, medioambiente y recursos del instituto, Rob Bailey, dijo a The Guardian esta semana dijo que «esperaría ver que los impuestos a la carne se acumulen» en los próximos 10 a 20 años. Un autor del nuevo análisis de Collier puso el plazo de tiempo en cinco a 10 años.
En algunos lugares, esto ya está en marcha. A principios de este año, la agencia ambiental de Alemania expresó su interés en aumentar los impuestos a la carne, huevos y queso del 7 al 19 por ciento. El Consejo Danés de Ética recientemente también recomendo un impuesto a la carne para ayudar al país a cumplir sus obligaciones con Naciones Unidas.
Una aproximacion al tema como esta, sería en extremo improbable en EUA, ya que este se ha alejado de una posición de liderazgo en el ataque global al cambio climático y subsidia la producción de carne en lugar de gravarla.
EUA ha demostrado estar profundamente dividido en cuanto a gravar incluso refrescos, que no tienen ningún valor nutricional ni una tan arraigada importancia cultural.
Por supuesto, los impuestos a refrescos son generalmente atacados por violar la libertad personal. Los impuestos a la carne podrían ser lo opuesto. La persona que come 180 kgs de carne animal cada año está pisoteando el medio ambiente para los otros, por lo que un impuesto a la carne podría implementarse como una cuestión de protección a la libertad personal. Comer de esa manera no sería ilegal, pero las personas que decidan hacerlo tendrían que pagar por la imposición de sus elecciones sobre los demás. En esto, Jefferson sonreiría por encima de su hamburguesa.
También hay preocupación de los daños a la industria y a gente que ya batalla con su seguridad alimentaria, que necesitan calorías de donde sea que se puedan obtener. Con estas inquietudes en mente, el equipo de Oxford delineó una estrategia de impuestos a la carne que creen podria también beneficiar a países de ingresos medio y bajo. Publicado a principios de año en la revista Nature Climate Change, incluye liberar a alimentos saludables de impuestos, así como compensación selectiva por pérdidas de ingresos asociados con aumentos de precios relacionados con impuestos. Algunos ingresos fiscales se destinarían a promoción de la salud. Juntos, todo esto podría «ayudar a evitar la mayoría de los impactos negativos en la salud experimentados por grupos vulnerables, al tiempo que promueve cambios hacia dietas que sean más sostenibles ambientalmente».
Incluso para espectadores poco preocupados por el planeta -quienes preferirían vender o comer hamburguesas de bypass octuple que permitir a sus nietos referirse a Miami en tiempo presente- también esta la promesa del dinero. Un impuesto a la carne es una idea que podría ser parte no solo de los debates sobre salud y clima, sino también de conversaciones económicas en las décadas por venir. Posiblemente todo el camino hasta el final.
Como Jeremy Coller de Coller Capital lo puso de forma más reservada: «Los inversionistas con visión de largo plazo deberian planificar anticipadamente para este día».